Lugar de colocación del "mayo" en la Plaza de Oriente
El inicio del mes de mayo es una época de arraigadas costumbres ancestrales de culto a la naturaleza y a la fecundidad de la mujer. Los celtas celebraban el 1 de mayo la fiesta del dios Beltene, y los romanos rendían culto a Cibeles y Ceres como diosas de la agricultura y fecundidad. Con el cristianismo, el culto se traslada a la Maternidad de la Virgen María como ejemplo de fecundidad, convirtiéndose en el actual Día de la Madre.
Así, la noche del 30 de abril se celebraba en toda Castilla, y en muchos sitios todavía se celebra, la llegada del mes de mayo con los "mayos" y fiestas de "mayas".
La palabra "mayo" tiene varios significados: en primer lugar se denomina "mayo" al tronco de arbol esbelto que se coloca durante este mes en las plazas de los pueblos, colocados normalmente por los "quintos" como ritual de paso de la adolescencia a la juventud. También se denomina así a las canciones que durante esta noche del 30 de abril y en todo el mes de mayo se cantan a las mozas o "mayas". "Mayo" es también el mozo que dedica estas canciones a su amada.
En La Vereda los mozos elegían la semana anterior el arbol, preferentemente chopo, que sirviera de "mayo" por lo esbelto y espigado. Lo cortaban y al anochecer del 30 de abril lo colocaban en un profundo hueco excavado para ello en la propia roca que conforma el suelo de la Plaza de Oriente. Lo elevaban mediante sogas, y en algunas ocasiones tenían que subirse al tejado de las casas colindantes. El tronco era desmochado de ramas excepto en la punta.
Luego posteriormente salían los mozos de ronda por las calles, cantando el "mayo" a las mozas en general, y a las novias de los mozos en particular:
Últimos del mes de abril, primeros del mes de mayo,
buenas noches tenga usted,
que vengo a darle el aviso que ha llegado el mes de mayo.
Mes de mayo, mes de mayo, cuando las tristes calores,
cuando las cebadas granan, los trigos ya llevan flores,
cuando los enamorados enraman a sus amores,
unos con grandes naranjas, otros con grandes limones,
otros con lindas pesetas, esos sí que son mejores.
Qué mayo la hemos de echar a la señora Tomasa,
aquí se quede Eugenio, que es muy regusto y galán.
Si ella dice que le quiere, él dice que la ha de amar,
con el amor verdadero, jamás se habrán de olvidar,
para el mes de mayo y junio, y luego Dios dispondrá.
Aquí hemos hecho una casa, aquí hemos hecho un corral,
aquí hemos hecho una boda, sin cura y sin sacristán.
Y si no lo has entendido, te lo vuelvo a repetir,
Eugenio tiene por nombre, y Martín por apellido.
Y si contenta no quedas con el Mayo que te he echado,
mañana irás a la plaza, lo escogerás con tus manos,
con vara y media de cinta y un galoncito encarnado,
se lo atas a la muñeca, para conocer el Mayo.
Este Mayo recogido a Tomasa Moreno, se inicia con un fragmento del Romance del Prisionero, recogido en el siglo XVI, y recoge además una de las tradiciones que como juego de mesa era muy popular durante el siglo XIX en Madrid, como era el de los "matrimonios fingidos". En los pueblos pasó a ser un medio de emparejamiento de mozos y mozas durante estos meses primaverales, en los que mozos y mozas tenían sus obligaciones, y que podíar acabar en boda real, o finalizar durante la fiesta patronal. En La Vereda no sabemos si se realizaban estos emparejamientos, pero el hecho de que el "mayo" conservado refleje esta situación hace suponer que sí se realizaban, puesto que dichas obligaciones entre "mayos" y "mayas" si se han conservado.
Terminada la ronda, cada mozo preparaba su "enramada" a su moza, consistente en ramas floridas de jara, tomillo o romero, colocadas en forma de ramos en ventanas, rejas o incluso bajo las lajas de pizarra de los tejados. Como broma, los mozos que querían dejar a sus novias, colocaban cardos como enramadas. Las mozas que quedaban contentas, correspondían a sus "mayos" con rosquillas de "baño", el día de San Pedro o San Juan, según fuera La Vereda o Matallana.