¡Ay, Veredita mía!
¡Quién te ha visto y quién te ve!
Con la plaza emparrada
y los vecinos con tanto qué hacer,
qué si una gotera se hacía
al momento a quitarse se subía.
Dicen que te están restaurando,
yo creo que te están aplastando,
qué los que viven aquí,
no son quién para tener las casas
que mis antepasados han construido.
Abuelo, ¡si tú volvieses!
y vieses tu casa, ¡cómo está ya!
Están quitando los vasares,
la artesa, la han quitado ya,
la cocina no está limpia,
sucia está a no poder más
y no te cuento más cosas
para no hacerte sufrir más.
Casa de Villa, si tú hablaras...
y dijeras la verdad,
de los bailes que has tenido
que ya no tendrás más.
De la gente tan humilde
que cansados de trabajar,
no faltaban a tu Casa
ni en la noche de San Juan.
Y a otro día madrugar
para ganarse el pan
que a la hora de la siega
no quedaba nadie en casa
¡hasta el más pequeño iba a acarrear!
Pero...¿qué sabéis vosotros
de la historia de este pueblo,
de las cabras, jara, brezo,
helecho, torvisco y tomillo?.
¿Acaso créeis ser reyes?
¡Y haceros los jefes
de este pueblecito mío!
¡Adios Vereda querida!
no te vayas derrumbando,
que hasta tú renovación,
mis ojos quedan llorando.
Si lees esta poesía,
no te fijes en la letra,
ni en las faltas de ortografía,
fíjate en el contenido
que de mi alma ha salido.
Antonia Martín Moreno
Ay Veredita vuestra, ¿qué estáis haciendo con lo que aún os queda? Las escuelas reducidas a escombros, la casa del secretario sin apenas tejado y la casa de la villa que se derrumba.
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