Vista de Santa María la Blanca, de El Vado, desde el Aliviadero del Pantano
Durante todo el siglo XIX se realizaron en España las llamadas Desamortizaciones, es decir, la expropiación forzosa y sin compensación económica de gran parte de los bienes propiedad de la Iglesia y de las tierras comunales de los Concejos, los llamados bienes en propiedad de las "manos muertas", para venderlos mediante subasta al mejor postor. El objetivo teórico de dichas desamortizaciones era sacar al mercado aquellas fincas que eran propiedad de dichas instituciones para que las adquirieran pequeños propietarios, ir creando una pequeña burguesía o clase media, y obtener recursos económicos al Estado.
Aunque la Desamortización más famosa es la de Mendizabal en 1836, la realizada por Pascual Madoz hacia 1855 fue más efectiva. Esta fue la que afectó a las propiedades de la Iglesia en El Vado, La Vereda y Matallana, ocasionando que el 23 de agosto de 1855 se personaran las autoridades civiles en la Parroquia de Santa María la Blanca de El Vado a inventariar y requisar los Libros Parroquiales de Cuentas, tanto los de Fábrica de la Iglesia como los de las diversas Ermitas y Cofradías. El fin de ello era asegurarse de qué fincas eran propiedad de la Iglesia para su expropiación y posterior subasta.
La realización de estas Desamortizaciones, aunque beneficiosas en la teoría, fueron bastante negativas en la práctica de estos pequeños pueblos en los que no había latifundios. Como se ha visto en una entrada anterior, el Duque de Híjar, como Marqués de Montesclaros, informado de las previsiones del gobierno de estas expropiaciones comunales, había movido ficha hacia 1828 para conseguir para sí la propiedad de las fincas comunales del Concejo de El Vado. De un modo similar actuarían en el resto de España, donde las fincas no fueron adquiridas por esa clase media pretendida, sino que pasaron a engrosar las propiedades de los grandes terratenientes ya consolidados, nobles o no.
En cuanto a la realidad de los pueblos, lo que antes eran fincas de todos, con su aporte de leña, pastos de ganado y tierras arrendadas a bajo precio, pasaron a ser fincas privadas de gente de fuera que las explotaron, sobre todo las fincas boscosas, hasta su casi desertización para la obtención de madera y carbón. Eso inició una temprana emigración del mundo rural al urbano.
Para la Iglesia de El Vado, supuso en primer lugar la desaparición del modo de subsistencia principal de las cofradías religiosas locales y de la conservación del pequeño patrimonio artístico religioso. No sabemos si se realizó una expropiación de los bienes muebles, es decir, de los objetos de arte, pero sí de las fincas, muchas de las cuales sólo se compraron bastantes años más tarde.
Uno de los aspectos beneficiosos de esta Desamortización religiosa fue la conservación en el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara de los Libros Parroquiales de Cuentas expropiados aquel año de 1855 en El Vado, habiendo desaparecido los Libros Sacramentales.
Pero lo que sí que consta en estos Libros conservados es el temor de los parroquianos ante estas expropiaciones, como se indica en la anotación conservada en el Libro de Cuentas de la Ermita de la Concepción, en La Vereda, el 20 de junio de 1841:
"Felipe Merino y Micaela Peinado donaron un prado y un huerto para la Virgen, para que se arrendase y fuera produciendo alguna cosa para el culto a Nuestra Señor de la Concepción, pero bajo la condición puesta en su testamento de que si en algún momento la autoridad civil tratase de apoderarse de los bienes de los Santuarios, entonces se vendieran y empleasen su importe en ornamentos o cosa semejante. Habiendo pues llegado este caso, se puso en ejecución y con su valor que fue el de 400 reales, se compró una casulla de medio tisú. Cipriano Gómez Lozano, cura párroco."
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